La enorme escalera que conduce hasta él está fechada en esta época. Los 408 peldaños merecen la pena. Arriba esperan las vistas más espectaculares de la urbe. También se puede acceder hasta este punto mediante teleférico.
A Carlos el Temerario le siguió Luis XIV, que conquistó la ciudad. Después vendrían la I Guerra Mundial y la II Guerra Mundial. Durante la primera, como recuerda un monumento en el Hotel de Ville, situado en la calle central, la Rue Grande, fueron fusilados 674 habitantes a manos de las tropas alemanas. En esta vía sobresale también el Palais de Justice.
Durante la primera gran contienda, Charles de Gaulle, el que fue presidente de la República Francesa, fue herido muy cerca de esta población. Por esta razón, el principal puente que cruza la urbe lleva su nombre. Y sobre esta pasarela se dispone una exposición de lo más curiosa. Coloridos saxofones gigantes recuerdan que fue aquí donde nació Adolphe Sax, el creador de este instrumento. Cada uno de estos llamativos saxofones representa a un país de la Unión Europea e invita a jugar al quién es quién. El polifacético inventor del instrumento del jazz cuenta con un museo propio de entrada gratuita. La Casa de la Pataphonie anima, por otra parte, a poner a prueba el talento musical.
En la Abadía de Nuestra Señora de Leffe se elabora una popular cerveza trapense. Para imprescindible para los amantes del lúpulo es la Brasserie Caracole. Aquí la cerveza se elabora como hace siglos, en cubas de bronce con fuego de leña. El color anaranjado, la densa espuma y el sabor cítrico caracterizan la bebida que sirve este centenario local. En la gastronomía típica de la zona destaca la tartiflette, un gratinado elaborado con patatas, cebolla, queso y bacon. En la carta de los postres, la protagonista es la couque, una galleta muy dura de harina y miel caramelizada. No cabe duda de que Dinant deja muy buen sabor de boca.